Lo que pesa cuando no hay peso
por JLMensour
No sabría decir qué me empuja a escribir,
quizá el eco de un niño que no jugaba
más que con sus pensamientos,
como si fueran canicas tristes
que rebotan en las paredes de un patio interior.
He vivido más de medio siglo
y aún no encuentro el grosor de mis días,
a veces se escapan como humo tibio,
otras, me aplastan sin razón ni forma.
Camino calles como quien colecciona silencios,
miradas que no dicen,
nombres que no suenan,
y gestos que apenas rozan la memoria.
Amo lo que no comprendo,
y en ese amor, me deshago sin remedio.
Hay mañanas en que el sol me atraviesa
como si fuera de cristal,
y otras donde mi sombra es más real que yo.
No es tristeza,
es la certeza de ser
una hoja suelta en un cuaderno sin título,
una historia que no busca lectores,
pero sí un lugar donde caer sin ruido.
He aprendido a estar solo sin estar vacío.
He elegido el refugio,
aunque a veces duela más que el exilio.
Y sin embargo, sigo.
Escribo.
A veces sonrío.